Cómoda victoria del Real Madrid en Cornellá. - La Nación Digital

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lunes, 3 de octubre de 2011

Cómoda victoria del Real Madrid en Cornellá.

El Real Madrid tiene, entre sus innumerables méritos, sus innumerables estrellas. Si en el último partido redescubrimos a Kaká, resucitado y bailón (también ayer), anoche nos sacudió Higuaín, superviviente del infierno de los lumbagos. El delantero argentino marcó tres goles que sonaron como tres salvas, cerró una duda y abrió un debate que se activará cuando sane Benzema.

El Madrid salió en tromba y acabó igual. A los dos minutos, Cristiano abrasó los guantes del portero con un balonazo que dejó en evidencia tanto al guardameta como a la pelota, que partió sobria y terminó haciendo eses. Cristian Álvarez repelió el ataque con los puños y el balón, descompuesto, rebotó en la cepa del poste. Susto o muerte.

Kaká colaboró en esa irrupción. Se mostró activo como no se le recordaba en los últimos tiempos (en los dos últimos años, para ser exactos). Corría en todas direcciones, ofreciéndose y ofreciendo. Más que un futbolista parecía el animador de un hotel (de lujo, se entiende). Con él y Cristiano (Özil andaba nostálgico) los movimientos del Madrid adquirían un dinamismo insólito, incluso con el rival agazapado.

Como suele ocurrir (el fútbol tiene sus leyes, aunque se escriban al revés), el Madrid marcó después de que estuviera a punto de hacerlo el Espanyol. El tanto de los locales hubiera entrado en el museo de los goles que se ha inaugurado esta jornada. Romaric sorprendió casi desde la medular y su flecha sólo erró la diana por un par de metros. Casillas, ya lo confesará en su Facebook, estaba batido.

De vuelta, el primer tanto de Higuaín. Imposible ser más vertical: Kaká impulsó con la zurda, Cristiano prolongó con la diestra y el argentino definió con el alma. En el gol se advirtió que sus problemas ante el portero son cosa del pasado. Ya no duda porque ya no piensa. Antes, justo en el momento de chutar, imaginaba el gol y la crítica por fallarlo, a toda página, cinco columnas. Ahora sólo ve portería, ancha, gigantesca y seductora.

Crisis. El Madrid rozó la sentencia y el Espanyol se perdió en una sucesión de faltas que fueron, más que un arrebato de violencia, una crisis interior: tres tarjetas consecutivas. Hasta que algo cambió sin que acertemos a determinar el momento porque no se escuchó ningún clic. Aunque lo hubo. De repente, el Espanyol llegó al área de Casillas. Y lo que es más importante, aprendió cómo llegar: contraatacando al contragolpeador.

Thievy pudo reducir distancias en un par de ocasiones, pero careció de la finura que añadiría un cero a su contrato. El problema de Sergio García fue otro: se estrelló contra Casillas, cuyas yemas (de los dedos) son comparables a las de Santa Teresa.

Así estaban repartidos los papeles cuando comenzó la segunda parte. Mejor colocado el Espanyol y más desdibujado el Madrid, sin circulación. Nada grave, por otro lado. Ya se ha demostrado mil veces que este equipo no necesita bailar como una mariposa para picar como una avispa.

El segundo gol de Higuaín fue un ejemplo de contragolpe económico: buen pase de Arbeloa y trallazo del argentino, que ya veía la portería como el Golden Gate. El gol fue de los que se marcan en el patio del colegio a los del curso inferior, abusón y descarado.

Weiss pudo meter al Espanyol en el partido al recibir de Dídac en posición de ventaja, aunque tampoco le cargaremos el mochuelo. El Madrid ya estaba lanzado y cabalgaba como los sioux al asedio de los federales. Callejón marcó tras un obsequio de Cristiano e Higuaín cerró la cuenta con un regalo de la defensa que su voracidad provocó.

Otra victoria a la carrera, sí. Otra goleada y otro protagonista estelar, Higuaín. Tal vez tengamos que dejar de enumerar las contras y contabilizar los pros.


Fuente: AS (www.as.com)

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